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Las jaras

Jaras blancas de primavera

Flor de jara
Flor de jara

La jara.
© F. Simón Hierro
Estampa de jarales que inspiran
campos de verde y blanco.
Orgullosas y altivas, jaras,
que lucen sus matices
en aradas de tonos pardos.
Almizclada de ámbar
fascinante y aromática,
previenes tu figura,
altiva y clara.
Del monte, la flor de jara,
hojas teñidas de carmín;
en tus pétalos blancos.
Jarales que resplandecen,
en mi recuerdo lejano.
¡Cuántas veces
evoco tu presencia,
oloroso ládano!

“Jaras blancas de primavera” que diría Antonio Machado. El nombre de jara proviene del vocablo árabe sa´râ que significa matorral. En documentos del siglo XIII aparece la palabra xara como voz mozárabe utilizada también con este significado. La jara tambiés es conocida como de las “cinco llagas” por la manchita parecida a una gota de sangre que hay en los pétalos de su flor. Es heliófila, amante del sol. El fruto es una cápsula redonda que se abre en diez valvas que se le llama “repión” o “trompo”. ¿Os acordáis cómo jugábamos con ellos? Los usábamos como si fuesen pequeños “perinolos”. El aroma que desprende la jara es natural y muy familiar para nosotros los «jareros», que siemre nos acompaña. Estar entre jaras es estar siempre “pringaos”, de la pegajosa y aromática sustancia que la jara segrega llamada “ládano«. El ládano tiene un uso medicinal desde la antigüedad. Antaño se preparaba el denominado “emplasto regio” para curar heridas y hernias o quebraduras. ¿Qué nos ha dado la jara? Sobre todo, leña y carbón vegetal, el “picón”, carbón muy menudo para los braseros. La madera de la jara se aprovechaba como combustible para las lumbres, para calentarse, para cocer el pan en las tahonas…, se empleaba para hacer los “bozos” de los chivos. Eran unos palos de jara cortados a la medida de la boca, que se les ponía a los chivos para que no mamaran pero que sí pudieran comer, con el fin de que no dejaran sin leche a la madre, hasta que se ordeñaba. A esta operación se la denominaba “redrar” a los chivos. También se hacían punzones y agujas de jara para coser los aparejos de las caballerías. En las colmenas de corcho, se usaban palos secos de jara, denominados “tranquillas”, cruzados en forma de aspa. La función de estas tranquillas era la de sujetar los panales; para los remates de la colmena de corcho se usaban los “viros” servían para coser el corcho por sus lados, y remachar la parte superior que lo cubría, llamada “témpano”. Mención especial merece la “colmenilla”, es una planta parásita de las jaras de flor blanca; carecen de hojas. Aparecen en primavera, a los pies de la jara, tiene un tallo corto y carnoso, como una seta. Su nombre vulgar es colmenilla, por el sabor dulce de sus (tetones) flores maduras, el fruto es una baya, rellena de mucílago con sabor a miel, que es comestible y consumido como golosina en algunas comarcas del norte de la provincia de Cáceres en la Sierra de Gata, a la que pertenece nuestro pueblo.